Cuento de la película Coco (2017)

En una noche oscura y misteriosa, un secreto estaba a punto de ser revelado. En el pequeño pueblo de Santa Cecilia, vivía un niño llamado Miguel que soñaba con ser músico, pero había un problema: su familia tenía una estricta prohibición de la música.

Un día, Miguel descubrió que su ídolo, el famoso músico Ernesto de la Cruz, era en realidad su tatarabuelo. Decidido a seguir sus sueños, Miguel se adentró en el mágico mundo del Día de los Muertos para encontrar a Ernesto y obtener su bendición.

Miguel: «¡Necesito encontrar a mi tatarabuelo para que me dé su bendición y pueda ser músico!»

En su aventura, Miguel conoció a un esqueleto llamado Héctor, quien le ofreció su ayuda a cambio de llevar su foto al altar de ofrendas en el mundo de los vivos.

Héctor: «Te ayudaré a encontrar a Ernesto de la Cruz, pero a cambio, debes poner mi foto en el altar para que mi hija Coco me recuerde y no desaparezca».

Miguel aceptó el trato y juntos, comenzaron a buscar a Ernesto de la Cruz. En su camino, conocieron a muchos personajes coloridos y vivieron emocionantes aventuras. Pero también descubrieron un oscuro secreto sobre Ernesto.

Miguel: «¡No puedo creer que Ernesto haya robado las canciones de Héctor y lo haya traicionado!»

Al enfrentarse a Ernesto, Miguel y Héctor lograron obtener la bendición de la verdadera tatarabuela de Miguel, Imelda, quien había sido esposa de Héctor y madre de Coco.

Imelda: «Te doy mi bendición, Miguel, pero promete nunca olvidar a tu familia y a los que te aman».

Con la bendición de Imelda, Miguel regresó al mundo de los vivos y compartió la verdad sobre Héctor y su música con su familia. Juntos, colocaron la foto de Héctor en el altar y celebraron el Día de los Muertos con música y alegría.

Miguel: «Gracias, Héctor, por enseñarme el verdadero valor de la familia y la música».

Y así, Miguel aprendió que la familia y el amor son más importantes que cualquier sueño. A partir de ese día, la música volvió a llenar el hogar de la familia Rivera, y el recuerdo de Héctor vivió para siempre en el corazón de su hija Coco.

Y como dice el dicho, «la música es el lenguaje del alma», y en ese pequeño pueblo de Santa Cecilia, la música y el amor unieron a una familia a través del tiempo y el espacio, demostrando que el amor verdadero nunca muere.

Y así, con una sonrisa en el rostro y una canción en el corazón, nuestros héroes encontraron la felicidad en la armonía de la vida y la muerte. Y como en todos los cuentos que llegan a su fin, se cerró el libro de esta mágica historia, dejando en sus páginas la promesa de que el amor y la música siempre encontrarán el camino a casa.

Y con un suspiro de alegría, se dijo: «Y así, en un abrir y cerrar de ojos, este cuento llegó a su final».