Cuento de la película Celda 211 (2009)

Celda 211

Había una vez en un lugar lejano, un hombre llamado Juan Oliver que iba a comenzar a trabajar en una prisión. Pero lo que no sabía era que ese día cambiaría su vida para siempre. ¿Qué sucederá en la prisión?

Era su primer día de trabajo, y Juan Oliver estaba ansioso por conocer a sus compañeros y aprender sobre su nuevo empleo. Al llegar a la prisión, fue recibido por Urrutia, un experimentado guardia que le mostró las instalaciones.

Mientras recorrían los pasillos, Juan Oliver escuchó a dos prisioneros, Malamadre y Tachuela, hablando en voz baja:

Malamadre: «Tenemos que hacer algo, no podemos seguir así».
Tachuela: «Estoy de acuerdo, pero ¿qué podemos hacer?»

Antes de que pudieran continuar, un accidente inesperado dejó a Juan Oliver inconsciente en una celda. Urrutia fue a buscar ayuda, pero en ese momento, los prisioneros aprovecharon para iniciar un motín.

Cuando Juan Oliver despertó, se encontró en medio del caos. Los prisioneros habían tomado el control de la prisión, y él estaba atrapado en la Celda 211. Para sobrevivir, decidió hacerse pasar por un prisionero más.

Juan Oliver (disimulando): «Soy uno de ustedes, también quiero luchar por nuestros derechos».

Malamadre lo miró con desconfianza, pero decidió darle una oportunidad. Mientras tanto, fuera de la prisión, las autoridades intentaban negociar con los amotinados.

Urrutia (hablando por teléfono): «Tenemos que encontrar una solución, no podemos dejar a Juan Oliver allí adentro».

A medida que pasaban las horas, Juan Oliver se ganó la confianza de Malamadre y los demás prisioneros. Juntos, idearon un plan para mejorar las condiciones de vida en la prisión y lograr que las autoridades los escucharan.

Malamadre: «Si trabajamos juntos, podemos lograr un cambio».
Juan Oliver: «Estoy de acuerdo, pero debemos hacerlo sin violencia».

El plan comenzó a funcionar, y las autoridades empezaron a prestar atención a las demandas de los prisioneros. Sin embargo, Juan Oliver sabía que debía encontrar una manera de revelar su verdadera identidad sin poner en peligro su vida ni la de los demás.

Una noche, mientras todos dormían, Juan Oliver se acercó a Malamadre y le contó la verdad.

Juan Oliver: «Tengo que decirte algo, no soy un prisionero. Soy un guardia, pero quiero ayudar a que las cosas mejoren aquí».

Malamadre se sorprendió, pero al ver la sinceridad en los ojos de Juan Oliver, decidió confiar en él. Juntos, lograron convencer a los demás prisioneros de poner fin al motín de manera pacífica.

Las autoridades aceptaron las demandas de los prisioneros, y las condiciones en la prisión mejoraron. Juan Oliver fue rescatado y pudo regresar a su vida normal, pero nunca olvidó la lección que aprendió en la Celda 211: la importancia de la empatía y el trabajo en equipo para lograr un cambio positivo.

Y así, con el corazón lleno de esperanza, y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Reflexión del cuento de la película Celda 211

Este cuento presenta varias reflexiones interesantes. En primer lugar, muestra cómo una situación difícil, como un motín en una prisión, puede ser una oportunidad para que las personas demuestren su empatía y su capacidad para trabajar juntas. El personaje de Juan Oliver, al hacerse pasar por un prisionero y trabajar con Malamadre y los demás detenidos para encontrar una solución pacífica al conflicto, muestra cómo la confianza y la colaboración pueden llevar a un cambio positivo.

Otra reflexión importante es la importancia de la honestidad y la transparencia en las relaciones humanas. Si bien Juan Oliver se vio obligado a ocultar su verdadera identidad al principio, al final decidió revelarla para trabajar de manera más efectiva con los prisioneros. Esta decisión fue crucial para lograr la solución pacífica del motín y para establecer una relación de confianza con los detenidos.

MENU